Existen misterios ocultos aún por explorar detrás de llorar de alegría. La explicación que da la ciencia a esta reacción emocional es que es la manera con la que nos recuperamos más rápidamente en escenarios que nos producen una gran visceralidad. Según ellos, las lágrimas nos ayudan a recuperar el equilibrio.
Este razonamiento me hace sonreír porque me recuerda a cuando me daban rabietas de niña y mi madre me daba unos azotes y apuntaba: «Son para que llores por algo.»

Aunque no hay emociones buenas o malas y todas tienen su utilidad, vivimos en una sociedad en la que se tildan como negativas, inapropiadas o no mostrables algunas de ellas. Un efecto secundario de esta manera de pensar generalizada es que no expresamos libremente lo que sentimos y nos inventamos conceptos como éste: Llorar de alegría. Pero estas etiquetas nos alejan del poder de la vulnerabilidad.

¿Para qué sirven las lágrimas emocionales?
Las lágrimas son una herramienta para pedir amor
De críos, aprendemos que las lágrimas tienen cierta relación con sentirnos vulnerables o indefensos. Observamos que activa la empatía de las personas que nos rodean, favoreciendo que reaccionen apoyándonos o dándonos su cariño. De esta manera, si me siento desprotegido, lloro; la cercanía de otros sube mis niveles de oxitocina y me siento mejor.
El lloro es una herramienta de comunicación no verbal muy asertiva, que obtiene respuestas rápidas de los demás. Universalmente, cuando lloras, pides atención y no hace falta hablar el mismo idioma para entenderse.

Lloramos para sentirnos bien
Cuando mi cuerpo siente tensión, sabe que las lágrimas le ayudan a sacarla fuera. Al llorar, liberamos oxitocina y endorfinas, hormonas que nos ayudan a volver a la paz interior y al bienestar emocional. Así se reduce la presión y el estrés que siento.
¿Por qué lloro cuando se supone que estoy feliz?
¿Por qué se me caen las lágrimas cuando acabo de ser madre? ¿Después de obtener la victoria en una final? ¿Cuando me reencuentro con alguien que hace mucho que no veo? ¿Durante una relación sexual? ¿Cuando supero una enfermedad grave? ¿En la boda de alguien que me importa? ¿Con el final feliz de una película? ¿O con una sorpresa bonita e inesperada?
Recuerdas el mucho esfuerzo que te supuso llegar donde estás y te cuestionas si merecieron la pena todas las renuncias que hiciste para obtener lo que lograste. Te planteas momentáneamente si la cultura del sacrificio como filosofía debería empezar a tener los días contados. Recapacitas y llegas a la conclusión de que te perdiste demasiadas cosas que te importaban.
O puede que alguien que te hubiera gustado que estuviera, ya no está.
No lloras porque empatices con la felicidad de otra persona sino por lo que crees que pierdes, por lo que no tienes y crees que no vas a obtener, o puede que no te crees merecedor de ello.
Te planteas si realmente eres una persona digna de tener lo que tienes o lo que te gustaría tener.
No te sientes merecedora y pensaste muchas veces que no sería posible lo que estás viviendo ahora. Dudas de tu valor a pesar de lo ya conseguido.
Caes en la cuenta de que te traicionaste una y otra vez tomando decisiones que no escuchaban a tus motivaciones intrínsecas. Desconfiaste de ti y te pusiste en segundo lugar, dando prioridad a otros en sus deseos.
O te empiezan a surgir dudas de si serás capaz de mantener lo que tienes. Te invaden un montón de miedos irracionales que te cuesta controlar. Te vienen a la cabeza muchísimas cosas malas que podrían pasar.
Puede que hayas anticipado la reacción negativa de los demás y buscas cómo tener su aprobación para no ser rechazado. Llorar te da la solución.
Cuando haces balance, te das cuenta de que te arrepientes de las decisiones que tomaste. O analizas las maneras diferentes en las que hubieras actuado de tener toda la información.

Llorar de alegría implica mirar al pasado o al futuro, y que algo te ponga triste.

Existen multitud de estudios que demuestran que estamos muy desconectados de nuestras emociones y que lo habitual es que nos escondamos de lo que sentimos. De ahí que nos inventemos términos tan confusos como llorar de alegría para no reconocer nuestros conflictos internos.
Llorar de alegría no es una reacción de personas extrovertidas sino sinónimo de tener poco tiempo en soledad para conocer qué ocurre dentro, poner orden, así poder tomar mejores decisiones y no ser víctima del éxito.
Lo valioso en estos tiempos es respetar la intensidad emocional que nos caracteriza, atreviéndonos a admitir lo que de verdad está sucediendo en nuestro interior para poder poner orden y ser feliz. Al fin y al cabo, la honestidad es el primer paso a dar para poder establecer relaciones de confianza y decidir bien. El fin último es lograr nuestro particular concepto de éxito.
Decía Paulo Coelho que las lágrimas son palabras que necesitan ser escritas. No las ignores.