El principio fundamental del sueño americano: Trabajar duro para obtener resultados extraordinarios en el largo plazo.
En la filosofía del sueño americano, se mira a un mañana que no existe pero que, en la imaginación, es esperanzador. Así, lo que vives hoy no importe tanto y sea menos insufrible. Para darte ánimos, te dices: «Mañana será estupendo. Sigue sacrificándote.» Se lo repiten tantas veces que parecía que lo llevaban dentro del ADN, tatuado celularmente.
El sueño americano implicaba tener la posibilidad de alcanzar una vida mejor, con acceso a bienes y servicios, educación de calidad y movilidad social; siempre y cuando previamente trabajaras duro y de manera constante.
Pero esa promesa ha generado que, en la actualidad, en Estados Unidos, en torno a un 3,5% de la población sean inmigrantes indocumentados. Esto quiere decir que entre 10,5 y 12 millones de personas están en el país de forma ilegal. Y Trump tiene el firme propósito de deshacerse de ellos.
Esta certeza sin fundamento, con la que trataron de esconderse de la incertidumbre y con la que toleraron muchas desigualdades e injusticias durante años, empieza a sucumbir. Ya es evidente que ha tomado el control el miedo y la ira en la mayoría de la población.
Elvis Presley, el ejemplo inspirador del sueño americano que motivó a miles de personas a migrar a EEUU

¿Cómo consiguió Elvis Presley convertirse en el Rey del Rock & Roll?
Se supone que la vida de Elvis Presley es un ejemplo del concepto de sueño americano. Pero, si la analizamos, no se caracterizó por trabajar con ahínco hasta el agotamiento sino por enfrentar miedos y dejarse llevar por las circunstancias y por sus impulsos internos.
Es cierto que sus padres eran inmigrantes y que tuvieron serios problemas económicos durante años. Y Elvis nunca destacó como estudiante. Incluso suspendía música. Sin embargo, a pesar de todos los inconvenientes que tenía en su contra, consiguió ser el rey del Rock & Roll. ¿Cómo sucedió?
Todo empezó por casualidad. Cuando estaba en el colegio, una profesora le animó a cantar. Y, a las once años, sus padres le regalaron su primera guitarra por su cumpleaños y le agradó tocarla.
Al principio, el sueño americano de Elvis Presley incluyó seguir los impulsos de su corazón.
Sufrió bullying por sus compañeros del colegio por lo que exponerse no le resultaba una idea atractiva. Como no podía sociabilizar porque era discriminado, pasaba las horas acompañado por su guitarra.
A pesar de que la mayoría de la gente se burlaba de él, varios vecinos tenían su misma afición y montaron un grupo.
Con el tiempo, cambió su look y empezó a vestir de manera extravagante. Su popularidad empezó a crecer cuando en el último año de secundaria tocó y cantó delante de sus compañeros.
Anteriormente, le habían dicho muchas veces que no sabía cantar pero la música fue su refugio cuando todo iba mal y, al final, le sacó de donde estaba.
Desde niño, acudía a la iglesia y, allí, escuchaba góspel, que captó profundamente su atención. Por sus inquietudes, él era un blanco que cantaba como un negro y sentía como un negro. Era atípico.
Se encontraron el sueño con la oportunidad. Y todo ocurrió a golpe de improvisación.
Al final, fue encontrado por quien fue capaz de reconocer su talento particular que brillaba especialmente cuando le dejaban «hacer tonterías».
Permitió su vulnerabilidad en los conciertos y la transformó en el símbolo de su fuerza.
En los inicios, le daba pánico el escenario. En los primeros conciertos en directo, sus piernas temblaban y, por su vestimenta, era más que evidente. Sin embargo, la reacción del público fue inesperada. Las mujeres empezaban a gritar enloquecidas. Les encantaba.
Su forma de moverse al bailar generó mucha controversia en un mundo muy puritano y conservador. Provocaba, sin pretenderlo, con su erotismo y su sensualidad.
El boom llegó cuando dejó de cantar baladas. Su ascenso a la fama coincidió con un cambio anhelado en la sociedad, que simbolizó el espíritu del Rock & Roll, sinónimo de desinhibición, vitalidad, rebeldía y buen humor.
Con el tiempo, los hombres sentían celos de él, incluso le amenazaban de muerte, lo que provocó que necesitara llevar guardaespaldas.
Recibía críticas constantes en cualquier ámbito, pero hizo oídos sordos y se mantuvo fiel a sí mismo. Se acostumbró a no ser apoyado por los expertos de la industria pero a conseguir buenos resultados.
Así, con 20 años, firmó un contrato con una discográfica por una cantidad sin precedentes. Y, a ése, le siguieron muchos más. Incluso propuestos por personas que le habían juzgado en el pasado.
Sin embargo, en la televisión, acotaban la imagen de manera que no se le viera de cintura para abajo porque no lo consideraban apto para el público familiar. De esta manera, censuraban su movimiento de caderas.
Mientras todo eran récords y premios en público, la salud mental de Elvis se fue deteriorando gravemente hasta que le llevó a la muerte.
Con su dinero, no logró que su madre muriera con 46 años de hepatitis (1958). A los pocos meses, empezó su contacto con las drogas. Hasta ese momentos, Presley no sólo estaba en desacuerdo con este mundo, sino que rara vez bebía. De hecho, varios de sus familiares habían sido alcohólicos y estaba muy concienciado de lo que suponía.
A partir de 1960, su círculo de amigos y su mánager empezaron a ser conocidos como la mafia de Memphis. Lo importante para todos era que siguiera generando dinero a pesar de su malestar emocional.
Elvis reconoció que se sentía solo y vacío aunque fuera el rey del Rock & Roll. Aseguró que tenia que interpretar canciones tan malas que sentía que no podía cantarlas. Y, según bajaba la calidad artística, el éxito comercial empezó a deteriorarse.
Mientras se sentía infeliz en el ámbito profesional, se casó con su novia de hacía siete años y, poco después, tuvo una hija. El nacimiento de la pequeña le dio fuerzas para liderar su carrera a su manera y elegir lo que quería cantar.
Después, volvió a romper récords en la música, pero la relación con su pareja se rompió. Empezaron a hacer vidas separadas. Y cada cual tenía sus respectivos amantes hasta que se separaron en 1972.
A partir de su divorcio, Elvis empezó a tener ideas paranoicas. Pensaba que su mujer mandaba a personas a matarle. Ahí fue medicado con Demerol (codeína).
Su estresante agenda junto con sus problemas personales derivaron en que su salud mental se deterioró gravemente. Dentro de este caos, los guardaespaldas empezaron a tratar mal a los fans y su padre decidió despedir a buena parte del equipo.
A pesar de su estado emocional, volvió a ganar un Grammy y ya era el tercero. Pero, a partir de ahí, no hubo marchar atrás. Todo su cuerpo empezó a fallar por el efecto de las drogas y le fue imposible cumplir con sus compromisos.
Al final, murió en su casa a los 42 años y fue enterrado junto a su madre. Su hija tenía sólo 9 años. Cuando su cuerpo trató de ser robado, los restos de ambos fueron exhumados y trasladados.
En el informe de su muerte, consta que había «catorce drogas en el cuerpo de Elvis, diez en cantidad significativa» «en solo los primeros ocho meses de 1977 tenía [prescritas] más de 10.000 dosis de sedantes, anfetaminas y estupefacientes: todo a nombre de Elvis.»
En la actualidad, sigue recopilando éxitos y nuevos premios de manera póstuma. Y su casa se abre al público para ser visitada. Recibe tantas visitas que fue declarada monumento histórico. Forbes le ha colocado en varias ocasiones entre las celebridades fallecidas que generan más dinero.
Su única hija siguió sus pasos y fue cantante. Tuvo dos hijos pero enterró a uno de ellos con 27 años porque se suicidó de un disparo. Le dolió tanto que tuvo su cuerpo congelado durante dos meses. Ella murió con 55 años mientras dormía.
En esta supuesta historia inspiradora del sueño americano, Elvis puso el foco en la superficialidad, decidiendo muchas veces sin coherencia; y pagó el precio de la infelicidad y de la falta de salud mental.
Consecuencias cuando las creencias no coinciden con la verdad. Un baño de realidad.
La tasa de pobreza oficial en EEUU, según la Oficina del Censo, se situó en 11.1% en 2023, mientras que la tasa de pobreza suplementaria (SPM) fue del 12.9%. Estos porcentajes indican que 40.9 millones de personas vivían bajo el umbral de pobreza en 2022, lo que equivale al 12.4% de la población según el Buró de Censos.
Por otra parte, aproximadamente el 42% de los adultos son obesos, y cerca del 18.5% de los niños y adolescentes también lo son según Trust for America’s Health. Estos datos hablan de problemas serios para llevar dietas saludables.
Estas personas creyeron que tendrían una oportunidad para tener una vivienda cómoda y la posibilidad de ejercer una profesión con éxito según sus habilidades. Pero alcanzar la prosperidad no es viable sin papeles. Así el sueño americano se ha transformado en vivir con miedo constante a ser descubierto.
No eran bienvenidos pero migraban a este país por un ideal que sólo existía en su cabeza.
excepto sus cadenas.
Tienen un mundo que ganar.
La necesidad es ciega hasta que se vuelve consciente.
La libertad es la conciencia de la necesidad.
Readaptando los términos del sueño americano.
En EEUU, se supone que está naturalizado que te dejen tener iniciativas aunque no entiendan lo que pretendes hacer. No juzgan porque han visto muchas veces que cualquiera puede conseguir el éxito con ideas que parecían descabelladas pero, a la hora de decir que eres un ciudadano de pleno derecho, has de demostrar primero que tus ideas funcionan y generan dinero. Esta condición limita la capacidad de crear a los que no llevan la etiqueta legal de «americano» y desvanece su falso optimismo apoyado en ideales arcaicos.
Y, aunque parezca una tragedia, es probable que este nuevo escenario promueva que dejemos de seguir cantos de sirena y escuchemos más profundamente lo que implica tener abundancia y éxito para cada uno de nosotros. Quizás sea la oportunidad adecuada para atender los susurros de nuestro interior que saben que la felicidad está más cerca del amor que de los triunfos profesionales. Ahora, que parece que estamos en una caza de trujas, puede que sea el momento perfecto para que alcancemos un verdadero empoderamiento de una vez por todas y que sea un reinicio para que nos reconciliemos con nuestros súper poderes.
Lo que parece una prohibición que limita la libertad puede terminar siendo un empujón para ser honestos con nosotros mismos y con lo que deseamos de verdad.