El ser humano forma parte de la naturaleza y, como tal, una palabra que define su funcionamiento es el vocablo «Integración«. Para que tu cerebro razone correctamente, requiere que actúen todos sus elementos de manera coordinada y equilibrada. En caso contrario, llega el caos o acabamos presos de la rigidez que generan nuestros miedos no verbalizados.
Integración
Etimología
Formado por el sufijo in- (negación), el verbo tangere (tocar, alcanzar) y el sufijo -ción (acción y efecto de).
Significa "dejarlo como antes de haber sido tocado."
¿Cuál es la composición del cerebro?
Nuestro cerebro se compone de un hemisferio izquierdo y de un hemisferio derecho. Ambos hemisferios se comunican a través del cuerpo calloso, lo que permite que las funciones se integren y se complementen. Gracias a la plasticidad y a la complejidad del cerebro, cada individuo utiliza el cerebro de manera diferente aunque desarrolle una misma acción concreta.
Para pensar de manera lógica, se precisa que las distintas partes del cerebro desempeñen sus competencias juntas como un todo. Ningún hemisferio es más importante que el otro y ambos han de funcionar como una unidad. En caso contrario, entramos en modo supervivencia y no podemos hacer frente a situaciones complejas. Pero, cuando nos sentimos vulnerables, acostumbramos erróneamente a inhabilitar funciones.

Funciones del Hemisferio izquierdo
Es el encargado de procesar el lenguaje, tanto en la comprensión como en la producción. Esto incluye hablar, leer y escribir. Se ocupa del pensamiento lógico y analítico, que se asocia con habilidades matemáticas y la resolución de problemas de manera lógica. También se encarga de controlar el movimiento del lado derecho del cuerpo. Tiene que ver con las relaciones lineales de causa – efecto. Y trata de dar sentido a lo que experimenta.
Funciones del Hemisferio derecho
Está relacionado con la creatividad, la sensibilidad, la intuición y la apreciación del arte. Es donde se procesan las imágenes, las emociones y los recuerdos. Interpreta las señales no verbales. Influye en nuestra percepción espacial, ayudando a entender las relaciones espaciales, y a reconocer patrones y rostros. También controla el movimiento del lado izquierdo del cuerpo.
Sin hemisferio derecho
Si dejamos de utilizar el hemisferio de derecho como mecanismo de defensa, esta reacción nos hace parecer fríos y distantes. Negamos nuestras emociones para evitar las dudas. Tomamos esta opción cuando tememos perder el control de la situación por exceso de emocionalidad pero estamos negando una parte de nosotros. Así desconectamos la empatía. Con predominio del hemisferio izquierdo, tomamos las palabras y los hechos de manera literal. Parece una posición sólida y fuerte pero es poco racional. Así se toman decisiones, se resuelven problemas y se imponen límites, pero, desconectados de las emociones, no tienen por qué ser acertadas.
Sin hemisferio izquierdo

Cuando permitimos que mande el hemisferio derecho y ponemos en inactivo el izquierdo, aparecen las quejas y las críticas. Muchas veces sin tener una razón de ser.
Cuando nos inundan las emociones, no es posible aprender ni entender. Ni siquiera podemos expresar con claridad lo que nos pasa. Y es posible que parezcamos impredecibles.
¿Cómo se ha de actuar si el cerebro racional no está activo?
Primero se ha de satisfacer las necesidades emocionales. Para ello, se requiere escuchar lo que sentimos. Una parte del cerebro está tratando de enviarnos un mensaje y, esté en lo cierto o no, no va a parar hasta que consiga su objetivo. Sin ese paso previo, no podrás recobrar la cordura. Así que no ignores lo que ocurre dentro de ti.
Si es otra persona la que está en ese momento visceral, asegúrate de que sienta que le sientes. Primero, empatiza con sus emociones para conectar. Después, tratas de favorecer que ponga solución.
Primero, se ha de conectar y, después, tratar de solucionar.
Para conectar con una persona que está utilizado sólo el hemisferio derecho, se requiere que nos acerquemos usando el mismo hemisferio. Si eres tú el que está como poseído, la actitud ha de ser la misma. Ahí van varias sugerencias de cómo hacerlo. Pero si eres tú el protagonista de la función, antes he de explicarte un detalle a tener en cuenta para que funcione. Cuando te den este tipo de sirocos, imagina que el que ha perdido la cabeza es aquel niño o niña de 5 años que fuiste. En ese momento, dentro de ti, sois dos: El adulto que eres que está en el presente y el niño que fuiste que está en el pasado. Estáis en un instante sin espacio y tiempo. Es de vital importancia que entiendas este paso previo porque es la clave para que den frutos las 3 propuestas que te voy a explicar a continuación. En caso de que seas el observador del enloquecimiento transitorio de otra persona, recuerda que tu acompañante también está de cháchara con su peque. Aunque no se dé cuenta.
3 Estrategias efectivas para momentos de mucha emocionalidad
Contar la historia y responder sin palabras
Deja que ese pequeño cuente su historia con el máximo detalles posible. A poder ser secuencialmente y sin olvidar dar un lugar a las emociones. Hablar de «bien» o «mal» no es suficiente para expresar cómo se sintió. Se requieren emociones concretas. Utilizar palabras y contarlo en orden favorecerá que intervenga el hemisferio izquierdo.
Cuando nos ponemos en alerta y a la defensiva, somos incapaces de unirnos a otra persona. No es posible escuchar ni conceder el beneficio de la duda sobre lo que pensamos. Incluso palabras sin ninguna intención pueden convertirse en motivo de discusión, distorsionando lo que oímos para que coincida con lo que pensamos. Así que, en esos casos, da mejor resultado permanecer callados. Y de dar órdenes ni hablamos.
Sin necesidad de palabras ni lógicas, el contacto físico es una buena fórmula para acompañar. Una mano en la espalda o un abrazo generan que la otra persona se muestre más receptiva a interactuar. Escuchar sin juicio, mostrar interés, con expresiones faciales amables y un tono maternal,.. Son fórmulas acertadas para tratar de comprender cómo se siente y favorecer el conectar cuando el lado irracional gobierna en el emisor del mensaje.
Aunque sea obvio que sus razonamientos son irreales y absurdos, ser cercanos y comprensivos es fundamental. Definitivamente el comportamiento no verbal es de vital importancia para entenderse en estos casos.
Una vez que pueda escuchar, haz preguntas, ofrece alternativas en lugar de prohibir, pide posibles soluciones, habla de preferencias, de organizar o incluso negocia. Evita decir que «No» o las luchas de poder. En su lugar da a elegir entre varias opciones, plantea hipótesis, explica razones o fomenta la creatividad.
El objetivo esencial de esta comunicación es conocer qué de lo que describe pertenece al pasado o es fruto de la imaginación, y no forma parte del presente. Después de explicarlo varias veces, es más fácil identificar los miedos que nublan el juicio, y los temores no resueltos se aligeran hasta desaparecer y, así, recobrar el equilibrio emocional.
Si es tu niño interior el que está montando el pollo, utiliza todo lo anterior para tener una comunicación en tu imaginación entre el adulto y el peque. Así también podrás achucharlo para que se calme.
Escribir
Cuando escribimos un diario o un acontecimiento complicado en particular, produce el mismo efecto de superación que contarlo porque también plasmamos en palabras lo vivido, y nos da la oportunidad de hacer una mirada integrada con la que poder entender para qué pasaron las cosas.
Los estudios promovidos por James W. Pennebaker demuestran que esta forma de enfrentar los recuerdos mejora las funciones cardiacas e inmunológicas, así como el bienestar en general.
Contar la historia o escribirla favorece que entendamos lo sucedido ya que ayuda a hacer nuevas asociaciones y a concluir una explicación lógica. Cuando se da sentido a lo que vivimos, integramos la información como una lección en lugar de como una amenaza. Por muy difícil que haya sido la experiencia, entender nos ayuda a centrarnos en una perspectiva más amplia o distinta de la que teníamos antes de experimentar lo acontecido. Es tan evidente la importancia de estos mecanismos que, de hecho, después de tener una conversación transcendente, tenemos el cerebro distinto.
Respirar
Gran parte de las emociones que sentimos empiezan en el cuerpo. El sistema nervioso actúa por todo él y es la antena de un gran número de sensaciones físicas. La información que percibe llega hasta el tronco cerebral. De ahí pasa al sistema límbico y después a la corteza cerebral. Alterando nuestro estado físico y emocional, y, con ello, nuestros pensamientos. También puede ocurrir en el orden inverso. Sentimientos y pensamientos de nuestro interior condicionan nuestras experiencias externas. Teniendo en cuenta cómo funcionamos, respirar es una buena alternativa para volver al centro.
Para poner orden en nuestro organismo, conviene observar cómo se mueve el abdomen y el diafragma mientras respiramos profundamente y despacio. En silencio y quietos hasta volver a la tranquilidad. Este simple ejercicio se puede acompañar de visualizaciones.
Las experiencias que vivimos dejan una huella imborrable en nuestra estructura cerebral y en nuestro cuerpo.
En la interacción, modificamos nuestro cerebro
Biológicamente, estamos equipados para influirnos los unos a los otros por dos razones: las neuronas espejo y los electrones.
Las neuronas espejo se imitan
Gracias a las neuronas espejo, para nuestro cerebro, es lo mismo hacer, que observar o imaginar. Las neuronas se activan de igual manera. Ellas responden cuando hay una intención y es una acción predecible. Así, nuestra mente prevé antes de tiempo lo que la otra persona va a hacer y es posible que imite su comportamiento. Es lo que nos pasa cuando una persona bosteza a nuestro lado. Luego los estímulos externos tienen capacidad de variar nuestro cerebro.
Los electrones bailan al mismo compás
Energéticamente, estamos compuestos de electrones que crean un campo magnético a nuestro alrededor de al menos tres metros. De ahí que, sin hablar, intercambiemos información si estamos juntos.
Esta energía tan poderosa mana del cerebro pero sobre todo del corazón. De hecho, es este último quien emana más energía. Luego manda más. Y, como es de imaginar, es el amor el que tiene la capacidad de generar campos electromagnéticos más potentes. De esta manera, a mayor amor en uno, mayor es el impacto en el entorno sin esfuerzo. De hecho, en lo sutil, la energía individual en grupo se sincroniza hasta que todos los componentes igualan el ritmo.
Actualizar la información de nuestro cerebro nos hace más sabios
Tenemos el poder de elegir a qué le prestamos atención. Tanto es así que tenemos predisposición a ignorar lo que no confirma nuestras creencias. De ahí que interactuar con otros y tener la humildad de escuchar para generar disonancias, nos ayuda a ser más inteligentes y coherentes.
Aunque todo queda escrito dentro de nuestro cerebro, el hecho de observar nuestras preferencias y cambiarlas genera que estemos ante una experiencia nueva y diferente a la habitual aunque parezca lo mismo. Podemos incluso modificar las sensaciones físicas que tenemos y el estado de ánimo. De esta manera, cambiamos la estructura de nuestro cerebro. Variar las actividades que practicamos con regularidad también altera su arquitectura física. Así permitimos que se enciendan neuronas distintas y que se establezcan conexiones nuevas.
El cerebro es como un músculo. Cuanto más se usa, más se fortalece y mejor actúa.

Cerebro superior
Se compone de la corteza cerebral que es la sustancia gris que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales. Tiene tres componentes principales: la arquicorteza (o arquicórtex), la paleocorteza (o paleocórtex) y la neocorteza (o neocórtex). En la neocorteza, están seis lóbulos y, en la arquicorteza, está el hipocampo. Como protagonista, está la corteza prefrontal que contribuye a integrar todo el cerebro.
En el cerebro superior, tienen lugar procesos como el pensamiento, la imaginación y la planificación. Ayuda a regular las emociones, sopesa distintas opciones, analiza las consecuencias, piensa antes de actuar y tiene en cuenta los sentimientos de los demás. Por eso, resuelve problemas con empatía y toma decisiones equilibradas. Definitivamente favorece la interacción y el compromiso porque permite la profundidad y la intimidad en las relaciones sociales.
Cerebro inferior
Incluye el tronco cerebral (formado por el mesencéfalo, el puente y el bulbo raquídeo) y el sistema límbico (que incluye el hipocampo, el hipotálamo y la amígdala). Se ocupan de funciones básicas (como la respiración y el parpadeo), de reacciones innatas e impulsos (como la lucha o la huida) y de emociones como la ira y el miedo.
No reflexiona. Directamente reacciona. Cuando nos domina este cerebro, puede parecer que hemos perdido la cabeza y es muy probable que perdamos los papeles. La ira, la frustración y el miedo campan a sus anchas haciendo que nos comportemos de manera incomprensible. Pareciera que vamos a la deriva. Algo nos hace tener la percepción de que somos excluidos y reaccionamos a la defensiva (huyendo, permaneciendo inmóvil o luchando). Ante una crisis, la amígdala toma el control y se adueña de la parte lúcida del cerebro. A partir de ese momento, tenemos serias dificultades para procesar correctamente la información.

3 Estrategias para disfrutar de los dones de tu cerebro
Utiliza el cuerpo para tomar el control
El cerebro se desarrolló gracias a su afán de anticipar las consecuencias de ponerse en movimiento. Según cómo pensemos, nuestro organismo se verá beneficiado o empezará a funcionar mal. Por eso, precisamente atender al cuerpo es una forma de recobrar el sentido común.
El movimiento corporal afecta en las sustancias químicas del cerebro. Por eso, mover el cuerpo es una buena forma de recuperar el equilibrio. Unos minutos de ejercicio físico calma la amígdala y devuelve el mando al cerebro superior. Andar, mover las extremidades, jugar, tocar un instrumento, hacer alguna manualidad con las manos,… Son estrategias útiles para hacer que nuestro cerebro funcione de manera coherente.
Prestar atención al cuerpo favorece que liberemos la energía y la tensión que generan el enfado y la frustración. Así podemos relajarnos y transformar la ira en motivación. Después nos parecerá más fácil que todo se arregle. Sonreír o respirar despacio y profundamente generan los mismos efectos.
Incluye en tu dieta alimentos ricos en ácidos grasos del tipo omega 3 para favorecer que tu cerebro funcione correctamente.
También puedes alterar el trascurso de los acontecimientos cambiando la atención hacia otra cosa, haciendo el tonto para alterar la dinámica de la situación o dando afecto para ayudar a reactivar el cerebro superior.
Gracias a introducir sentido del humor, se pueden transformar el nerviosismo y el enojo en diversión, risas y conexión. Sin lugar a dudas, las carcajadas facilitan cambiar el estado de ánimo.
Diferencia entre ser y estar
A pesar de tus reacciones, tus emociones, tus sentimientos y tus pensamientos no te definen. Son como las nubes en el cielo, que ahora están pero en un rato desaparecen. Estar triste no te convierte en una persona triste. Los estados de ánimo son pasajeros y no un rasgo de tu personalidad.
Aprende cosas nuevas
Sin aprendizaje, disminuyen áreas del cerebro como el hipocampo. Es tal el deterioro que se produce que se empequeñece y pierde su capacidad de crecer. Una de las tareas que queda perjudicada seriamente es la capacidad de explorar nuevas soluciones.
Entre las cosas a aprender, un valor seguro es el de tomar conciencia de lo que sentimos y saber expresar los sentimientos, admitiendo nuestra vulnerabilidad.
El cerebro trata de prever lo que pasará en el futuro.

¿Cómo funciona la memoria?
La memoria no es una reproducción exacta de hechos. Relaciona experiencias con otras antiguas parecidas. Entonces lo que aconteció en el pasado condiciona cómo vemos y sentimos el presente. Luego cualquier acontecimiento vivido nos influye en el aquí y ahora.
En cada experiencia, las neuronas se activan con señales eléctricas que producen proteínas, permitiendo el establecimiento de conexiones nuevas entre las neuronas que se han puesto en marcha. Cuando estas células del cerebro se encienden, se enlazan a otras neuronas. Estas uniones crean asociaciones. Luego cada experiencia cambia la composición física del cerebro y alteran nuestra manera de responder e interactuar en el mundo.
En todo este proceso, el cerebro crea, completa e inventa lo necesario para dar coherencia a lo recuperado en base a unos pensamientos referentes a nuestro pasado. Y podemos concluir que, para nuestra mente, no hay diferencia entre realidad o ficción, ni entre pasado o futuro. Su concepto de la existencia o del tiempo es relativo.
El hipocampo: Nuestro Google
A nuestro Google particular dentro del cerebro, se le llama Hipocampo. Tiene dos mitades y varias capas. Algunas capas pertenecen al sistema límbico y otras a la arquicorteza. Tiene un papel protagonista en el aprendizaje y en la memoria.
El hipocampo se encarga de recuperar los recuerdos y darles un sentido. Cuando vivimos una experiencia y no la volvemos a recordar, las imágenes y las sensaciones de lo vivido permanecen aisladas. Sin recordar, el hipocampo no integra ni hay un orden en lo guardado y tampoco existe una imagen completa y clara. Sólo se ha hecho uso de la memoria implícita y, así, favorecemos las respuestas irracionales.
Cuando toma partido el hipocampo, los recuerdos se transforman en memoria explícita. Al rememorar, recurrimos a imágenes emitidas combinadas con sentimientos procedentes del hemisferio derecho. Para integrar la información, utilizamos el cerebro superior.
Esta estructura cerebral quiere salsa. Necesita movimiento. Si no lo pones en movimiento, se encoge y el cuerpo empieza a somatizar.
Memoria implícita
Las primeras veces que hacemos algo, no sabemos muy bien qué tenemos que hacer a continuación y pensamos sobre qué le sigue. En estas ocasiones, recurrimos a la memoria implícita. En ella, se codifican nuestras percepciones, nuestras emociones, nuestras sensaciones corporales e instrucciones específicas.
Se sabe que tenemos recuerdos implícitos incluso dentro de la barriga de mamá. De ahí que muchos padres pongan una música específica durante el embarazo. De hecho, en los primeros dieciocho meses de nuestra existencia, sólo codificamos de manera implícita. De ahí, que nos condiciones experiencias que ni siquiera sabemos que tenemos guardadas como recuerdos. El cerebro y el cuerpo se acuerdan, y toman decisiones en el presente basadas en esa información desconocida y poco cuerda.
La memoria implícita es básicamente el mecanismo que nos ha permitido seguir vivos y evolucionar gracias a su forma de trabajar. Ella automatiza respuestas, especialmente para momentos de peligro, para poder reaccionar rápidamente. Sin necesidad de recordar experiencias parecidas previas. Pero, a veces, crea modelos mentales inadecuados que nos llevan a actuar de manera poco lógica por haber establecido conclusiones previas equivocadas. Un poco más adelante te lo explico mejor.
Memoria explícita
Cuando repites muchas veces una actividad que has aprendido (conducir por ejemplo), llega un momento en el que la acción se vuelve automática y ya no necesitas pensar en los pasos que debes seguir. Ya no te explicas mentalmente el proceso a seguir. Simplemente vas y lo haces. No piensas en ello pero, sin darte cuenta, estás recordando. Aquí, estás utilizando la memoria explícita.
El cerebro se prepara para el futuro
Cuando se produce una experiencia que en tu memoria tiene una secuencia, el cerebro accede y crea una expectativa basada en su memoria implícita. El cerebro espera que esa sucesión de hechos se repita y se prepara para responder de una determinada manera. El desencadenante puede ser un acontecimiento interno (un pensamiento o sentimiento) o externo.
Por ejemplo, sin saberlo, en el pasado, puedes haber asociado «no ser perfecto» con «ser abandonado» y ahora cualquier muestra de imperfección por tu parte te hace entrar en estrés. La razón poco objetiva es que, según tu cerebro, si te equivocas, estás en riesgo de ser excluido.
Aunque digas que no piensas en nada, tu mente no hace otra cosa. El hipocampo y la corteza cerebral son un no parar. Es mejor saber qué traman.
Aparente claridad en la decisión pero sin saber por qué
En ocasiones, te parece saber lo que quieres pero no sabes cuál es la razón que te lleva a decidir así. De manera tan visceral. En esos casos, hay una alta probabilidad de que haya alguna memoria implícita influyéndote. Seguramente esté influenciándote una experiencia dolorosa o que te causó miedo. Cuando no somos conscientes de su existencia, limita notablemente nuestra manera de actuar. De hecho, puede generar que reaccionemos de manera desproporcionada sin saber por qué. Definitivamente incide en la manera que interactuamos.
Por ello, conviene convertir cada recuerdo implícito en explícito y darle un significado para que no ejerzan un poder oculto en la toma de decisiones. Además, cualquier recuerdo, aunque sea doloroso, puede transformarse en sabiduría interna y una fuente de poder.
Al recordar, alteramos el recuerdo.
¿Por qué es útil escribir o contar una historia vivida? Porque, cada vez que recuperamos un recuerdo, lo cambiamos. En ese proceso, se activa un grupo neuronal parecido pero no idéntico al creado en el momento de la codificación. El estado de ánimo, la compañía o las nuevas experiencias alteran el recuerdo. El presente nos ayuda a resetear momentos que no guardamos en la memoria con nitidez y aquellos que los introducimos sin introducir el aprendizaje.
Aunque no seas consciente, tus experiencias dolorosas pasadas generan un efecto irracional en tu día a día, que incluso te pueden llevar a hacer cosas que juraste que nunca harías, para mostrarte que hay un asunto sin resolver dentro de ti. En pendientes de revisar.
Si no prestamos atención a lo que vivimos, la información se queda almacenada sin crear conexiones neuronales pero teniendo el poder de condicionarnos de manera inconsciente.
¿Cómo revisar recuerdos dolorosos o que nos dan miedo?
Ya te he hablado de lo valioso que es recordar lo que nos pasó pero, en ocasiones, no nos resulta fácil. Para esos momentos, utiliza el mando a distancia.
Con un mando a distancia
Te dispones a ver la película de tu recuerdo inquietante en el sofá y con el mando a distancia en la mano. Vas a ir contando la historia y cuando no quieras pasar por una parte, le das a Pause y Avanzas la escena.
¿Cuál es el final de la película? Describe ese final feliz y seguro. Después Rebobina hasta la escena o escenas que te saltaste. ¿Qué pasó? Mientras que lo describes, recuerda que el final de esa historia fue feliz y que es un momento pasado que ya no existe.
Utilizando el mando, yendo a tu ritmo, hacia adelante y hacia atrás, puedes enfrentarte a tus recuerdos dolorosos. Hasta que veas la película al completo y tu mente pueda recomponer el rompecabezas que se quedó sin encajar para que deje de tener un impacto negativo en ti. Sin prisas.
Cuando nuestras historias tienen un sentido, nuestra vida toma coherencia y dejan de limitar nuestro presente. Las heridas impiden la intimidad y generan nuevos momentos de dolor en nuestras relaciones actuales.
El presente nos ayuda a resetear momentos que no guardamos en la memoria con nitidez y aquellos que los introducimos sin introducir el aprendizaje.
Definitivamente, sin vida interior, reaccionamos de manera automática y generamos interacciones superficiales, alejándonos de nuestra sensación de plenitud. Las conexiones transcendentes son una fuente de recompensa en sí mismas para nuestro cerebro y suponen una mejora indiscutible de nuestro bienestar emocional. Pero, sin conflictos, no podemos tener la oportunidad de acceder a relaciones de confianza y, para poder ser empáticos, requerimos utilizar el cerebro al completo.
Por otra parte, por muy desequilibrados que estemos, es temporal. Las decisiones han de ser tomadas por nosotros mismos. Nuestro malestar emocional no puede ser una razón suficiente para que alguien acuda a nuestro rescate para elegir en nuestro lugar. Por muy difícil que sea la decisión. En caso de no tener suficiente claridad, démonos el tiempo necesario para recolocar nuestro interior y renovar nuestro estado de coherencia.
Mejorar nuestra manera de pensar incide directamente en la autoestima y en la gestión adecuada de los procesos emocionales. Estoy a tu disposición como traductora de lo intangible.
Los árboles también recuerdan
Las hojas se caen cuando las noches son largas.
Las ramas de los árboles recuerdan a las sinapsis de nuestro cerebro y, curiosamente, ellos también tienen la capacidad de recordar. Cada noche miden su duración y estos datos los utilizan para adaptarse a cada estación.

¿Existe el olvido?
En la configuración de nuestro cerebro, no cabe el olvido. Todos los conocimientos y experiencias se quedan almacenadas en algún lugar. Pero sí es posible que se queden acumuladas en neuronas que no están interconectadas con las demás porque hemos priorizado otros datos. Por la falta de uso de la información, ya no hay conexiones neuronales o son muy débiles lo que dificulta el acceso. Si lo guardado no lleva emociones, no habrá forma de recuperarlo. Está ahí pero no podemos acceder.
Cuando el hipocampo se empequeñece por falta de salud mental, es como un músculo. Al principio, le cuesta un poco volver a hacer su trabajo de recuperación y puede generar la percepción de falta de memoria.
Sólo cuando las neuronas se mueren es cuando la información queda destruida de manera definitiva. Pero, si era importante y es nuestro deseo, se puede crear la posibilidad de volver a incluir dicha sabiduría en otra zona del cerebro gracias a su gran plasticidad.