Seguramente has escuchado muchas veces que los fracasos sirven para aprender. No me queda duda de que suelen tener esa intención pero lo que no tengo tan claro es que les saquemos la efectividad que tienen. De hecho, mi experiencia es que nos resulta más sencillo responsabilizar a otros de las consecuencias de nuestras decisiones lo que imposibilita que nos sintamos empoderados.
¿Para qué correr riesgos innecesarios? Mejor en reposo
Con la filosofía dual, si eres malo has de ser castigado y, así, muchos le hemos cogido miedo al fracaso porque tenemos la sensación de que si nos equivocamos, nos caerán hos****. Cuando no sabes algo, otros lo utilizan para penalizarte como modo de disuadirte de que lo repitas, sin importar el por qué lo hiciste. Al final, como sin querer, se te mete la idea en el cuerpo de que lo que no tienes que reproducir son los errores. Así que… «Mejor quietecitos.» Sin precipitarse. Para que no haya represalias.
Con el espíritu aventurero desactivado, haces lo mínimo necesario para salir adelante porque algo dentro de ti te dice que es probable que el escenario se repita o podría empeorar. Cuanto más catastrofista sea la visión, más fácil será caer en ansiedad o en depresión. Sin sorpresas y con un día a día predecible y programado.
Así, en ocasiones, los desastres reales se ven venir y son la consecuencia de haber hecho lo mínimo o haber ignorado completamente lo que acontecía. Te convences de que no es tu responsabilidad luego no has de tomar acción. Pero no decidir es en sí mismo una decisión y te repercute. Y mientras procrastinas lo que te importa, es fácil que las prioridades de los demás empiecen a ocupar tu vida. Así te traicionas y rechazas tu derecho a existir.
que no intentas.
Conformarse
Etimología
Resistiendo como propósito
Vas camino al éxito y das por hecho que aparecerán dificultades, que vendrán los reveses y que perderás batallas. En realidad, las adversidades serán la tónica cuando nos empeñamos en ver la vida como una lucha. Desde esta mirada, nos preparamos para ser más fuerte pero no más auténticos.
De hecho, con frecuencia, medimos la fortaleza y el empoderamiento en función de los obstáculos superados. Así, sin darnos cuenta, asociamos que se está más preparado para el éxito cuanto más caparazones nos ponemos porque así van los guerreros. Con armadura.
Me digo: «Soy el más fuerte o el mejor» pero me olvido de que estoy favoreciendo una sociedad menos humana con esa estrategia.
Al final, el riesgo más práctico a correr es el de atreverse a ser quien uno es a pesar de las circunstancias.
si no conlleva el derecho a errar.
Lo sabio para lograr un éxito con sentido es abrirse a la vulnerabilidad.
El fracaso y el error se aprenden
De niños, antes de ser enseñados por el ambiente, palabras como error o fracaso son conceptos que no entendemos. Tampoco nos consideramos débiles ni unos perdedores por el hecho de que aún no hayamos logrado algo.
Tener un mal día, una mala semana o un mal mes,… ¿De qué hablas? Todo lo anterior son ideas que no se nos pasan por la cabeza. En parte, aprender cómo ir hacia un éxito con sentido, de adultos, implica desaprender lo que aprendimos y recordar lo que ya éramos.
¿Te imaginas a punto de dar tu primer paso y diciendo a tu mamá: «Puede que no sea una buena idea.»? En absoluto. No se te pasa por la cabeza. Esto de ser negativo y melodramático son actitudes que vamos imitando según crecemos.
De niños, lloramos si nos hacemos daño al caernos pero no por no haberlo logrado. Y no nos sale celebrar que lo hemos conseguido, pero vemos a los papas aplaudiendo y nosotros sonreímos. Alegrarse o frustrarse ante los resultados al ir hacia los objetivos no está en nuestra esencia. Lo aprendemos. Pero terminamos asociando que: «Si tengo éxito soy querible y, en el caso contrario, soy rechazado.»
Aprender cómo ir hacia un éxito con sentido, implica desaprender lo que aprendimos y recordar lo que ya éramos.
Fórmulas Adquiridas
Las actitudes adecuadas para lograr obtener un éxito que me hará sentir vacío son las siguientes.
Empujo y lucho para ser imparable y no tener derrotas.
Cuantifico lo que he logrado del objetivo para darme ánimos según lo voy consiguiendo. Me recuerdo que me había marcado unos plazos para lograrlo y, cuando no los cumplo, me fustigo. Se lo cuento a otras personas para que me motiven. Al final, incremento falsamente mi seguridad pero mi amor propio queda condicionado a factores externos.
Explico mis planes a otras personas y luego me veo forzada a cumplir con los objetivos marcados para demostrar que soy capaz y no decepcionar.
Me obsesiono tratando de buscar una utilidad fructífera a mi tiempo. Analizando lo que me reportará mi manera de actuar y contestándome anticipadamente al para qué de todo. Sin permitir las sorpresas. No vaya a ser que los imprevistos traigan malas noticias.
Me resigno cuando las circunstancias me disgustan en vez de observar profundo y aprender lo que me quieren mostrar.
Fracasar
Etimología
Sin recompensa, no tengo fuerzas
La motivación suele ser inversamente proporcional al tiempo que tardo en lograr una recompensa. Me esfuerzo y espero sacar partido a corto plazo. Si no es así, me desanimo o me impaciento. Mi mente, en su afán de seguir la estrategia de búsqueda-recompensa, no da el tiempo suficiente para ver algo palpable. Esta forma de pensar genera que tu bienestar emocional dependa de lo que está sucediendo en el exterior.
Mientras tratamos de obtener algo en contraprestación por nuestra energía, nos perdemos el momento presente y la posibilidad de hacerlo simplemente por el placer de llevarlo a cabo. Aprendimos que necesitamos un premio para seguir avanzando y, cuando no lo obtenemos, nos detenemos por desánimo. Las expectativas no se cumplieron y nos enseñaron que tenemos derecho a quejarnos.
Cuando un supuesto experto se equivoca, su identidad se ve amenazada y el reconocimiento de los demás por su valía queda condicionado. Por eso, cuanto más famosos son, menos probabilidades hay en que admitan sus errores. Lo que contradictoriamente influye negativamente aún más en su identidad y en su bienestar emocional.
Negocio
Etimología
Con las emociones en un cajón
Para muchos, aprender implica dejar de escuchar las emociones y mantenerse fiel al objetivo marcado independientemente de las circunstancias. Por equivocación, se considera gestionar las emociones ignorarlas para así tener la sensación de control.
La constancia motivada por el hecho de que no nos guste perder nos puede llevar a obtener éxitos que, una vez logrados, muestren que no nos importaban. Quizás si nos hubiéramos rendido en algún paso previo, hubiéramos podido observar que había una bifurcación en el camino andado al que no prestamos atención. Le pusimos más ganas y lo logramos, pero terminamos alcanzando el éxito de otro, y la autoestima se ve dañada porque, a toro pasado, vemos la falta de coherencia en las decisiones tomadas. No nos escuchamos.
Disciplina
Etimología
y -cip- (del verbo capere)
que quiere decir "agarrar, capturar". Luego puede traducirse como "proceso de aprendizaje"
Soportar, aguantar, sacrificarse, esforzarse, justificar, la disciplina, la rutina, el hábito, el control, la plena disponibilidad, sin descanso, con inmediatez, buscando recompensa,… Cuanto más das, más recibes…
Todo esto, sustituye a ilusionarse, observar, comprometerse, aprender, fluir, conciliar, integrar, estar presente, disfrutar, equilibrar, cuidar el detalle, agradecer, sentir,…
Cuando no cambiamos la tónica, nuestro corazón protesta y fomenta un stop para recalcular la ruta.
Perfecto
Etimología
Compuesto por el prefijo per- (por completo) y el verbo facere (hacer)
El mayor error: Dejar de confiar
Existe la posibilidad de simplemente confiar en la velocidad que llevamos porque nos acercamos a nuestro propio concepto de éxito.
Nos empeñamos en demostrar que valemos en lugar de estar convencidos de ello a pesar de lo que sea que acontezca en el exterior. Queremos deslumbrar en lugar de enfocarnos en lo que tenga un carácter robusto y duradero para nosotros.
Desde esa perspectiva, que no obtengamos una ganancia ahora no implica estar ante un fracaso. En realidad, no se contabiliza como pérdida hasta que se deja de creer.
Por no mantener la confianza, dejamos de poner el foco y sentimos el fracaso cuando en realidad simplemente es una cuestión de tiempo y confianza en lo que ya estamos haciendo. Puede parecer que estamos perdiendo en el corto plazo pero no implica que sea un fracaso.
donde hay imperfecciones.
Ante cualquier momento de falta de respuestas, si lo viéramos con una búsqueda del tesoro, la palabra paciencia no nos vendría a la mente. Un niño, cuando empieza a caminar, no se plantea que no lo va a lograr. Simplemente observa si pasó o no pasó. Y qué funcionó y qué no. Pero da por hecho que es posible. Hablamos de dolor y de que nos hará más fuerte porque dejamos de confiar en nosotros. De pequeño, nunca lloramos de alegría.
De hecho, cuanto menos prestamos atención a los objetivos, más cuidamos de nosotros mismos y más atendemos nuestro ahora que es la mejor manera de ser feliz.
Paciencia
Etimología
Éxitos a destiempo que los llamamos fracasos
El 20 de abril de 1964 en la Feria Mundial de Queens, New York. la empresa AT&T mostró el Picturephone, el primer teléfono con una cámara y una pantalla que permitía hacer videollamadas. Era un idea visionaria que se presentó demasiado pronto pero no era un fracaso. Necesitaba que llegara internet para que el proceso se abaratara.

Limitado por los planes
Cuando todo lo estructuramos y lo definimos, la rigidez de la estrategia suele terminar siendo la razón fundamental de los obstáculos que observamos que no nos dejan avanzar y que llamamos fracasos. Creamos un modelo de negocio que no funciona y le dedicamos muchas horas a algo que nos condiciona.
Catalogamos y etiquetamos en positivo y negativo. Esta dualidad nos ciega para ver la realidad sin la concepción de fracaso y el éxito. La dirección correcta tiene que ver con que nuestras actuaciones se basen en el placer del aprendizaje o de crear.
Creando problemas para que no nos pillen por sorpresa
¿Qué hay de esos momentos en los que te sientes tan afortunado que tienes miedo a que lleguen las malas noticias? Para que no nos pillen de improviso, generamos problemas predefinidos antes de que otros nos amarguen la existencia. Así nos parece mejor opción repetir inconvenientes que ya hayamos atravesado porque al menos nos son familiares.
De camino al éxito, cargando
El supuesto error se convierte en un peso pesado cuando además le añadimos el sentimiento de culpa o el arrepentimiento. Te sientes mal cuando crees que has hecho algo que va en contra de las normas morales o sociales, o cuando sientes que has fallado o dañado a alguien, o no has cumplido con las expectativas. «No he dado la talla.» o «No he estado a la altura»- te dices. Sólo hablas de un listón que tú te has puesto.
Cuantas más piedras carguemos, más nos costará caminar y tomar acción en el presente. No tiene ninguna utilidad lamentarse por lo que ya pasó. Las decisiones que tomamos son las adecuadas en función de la información que tenemos en cada momento. Y tuvo su utilidad para ti y para los demás intervinientes. Si te paras a analizarlo bien, con la perspectiva del tiempo, algo aprendiste. Y si tú lo hiciste, ¿Qué te hace pensar que los demás no obtuvieron el mismo regalo?
Si la leche se echa a perder, se convierte en yogur. El yogur es más valioso que le leche. Si empeora aún más, se convierte en queso, que es más valioso que la leche y el yogur.
Si el jugo de la uva se vuelve amargo, se transforma en vino, que es más caro que el zumo de la uva.
Cristóbal Colón cometió un error de navegación que le llevó a toparse con América. Alexander Fleming inventó la penicilina porque se equivocó.
Un corazón curioso y explorador
Te sientes mala persona y vives tu decisión como algo perjudicial. Pero, de niño, no naciste con estos sentimientos. Llegaste libre. Después aprendiste a sonrojarte cuando metes la pata, a castigarte o a maltratarte. Te enseñaron esa forma de pagar por los errores.
Anthony Hopkins, el famoso actor protagonista de dos películas donde hace de malo, malísimo, recomienda ser bueno pero con uno mismo. Esta filosofía te empodera y fuerza a los demás a hacer lo mismo.
y sigo teniendo ganas de hacer travesuras.
Quien más aprende es quien más se equivoca.
Fracasar es no saber aún cómo
No tener respuestas nos incomoda. Muchas veces nos ponemos a actuar para evitar la sensación de pérdida. No nos gusta lo que sentimos así que evitamos detenernos. En movimiento, se nota menos. Pero si estuviéramos en un parque de atracciones, dentro de un laberinto, nos reiríamos y disfrutaríamos porque estaríamos seguros de que encontraremos la salida o, si no se nos da bien, alguien nos ayudará a salir. En la vida, no es muy diferente.
Estamos con algo que nos importa y le ponemos nuestra energía. Desde ahí, lo que ocurra no implica que sea un obstáculo. Eres constante porque tiene sentido para ti. Te llena y te produce placer. Cada paso que das ya es una celebración. Aunque no haya resultados desde el mundo. Puedes parecer cabezota pero sólo estás creando lo que tienes en la mente y en el corazón. Es posible que otros aún no lo vean o no sepas transmitirlo. Pero algo internamente te dice que es lo correcto y, al final, a la gente le llega.
El éxito no se trata de intentarlo más veces. Ni arriesgar más. Ni atreverse a fallar para estar más cerca. Sino OBSERVAR y SENTIR. No es que salga mal. Es que no paras a meditar. Estamos tan preocupados por no desaprovechar la vida que no prestamos atención a la importancia de los STOPs para concretar adecuadamente nuestra manera de tener éxito.
en otra dirección.
¿Qué realidad interpretan los demás para ti?
La realidad que vivimos es un reflejo de lo que llevamos dentro. Luego si prestamos atención a los detalles de nuestro día a día, podemos ver lo que acontece en nuestro interior. Cuando pasan los años, si no revisamos las ideas que se quedaron marcadas en el inconsciente, sin darnos cuenta, tomamos decisiones en función a ellas y terminan condicionando notablemente la vida que vivimos.
Con frecuencia, en frente aparecen figurantes que nos representan frases que nos decimos a nosotros mismos en privado: «No me lo merezco.» «No soy suficiente.» «No encajo.» «No he hecho lo suficiente.»…. Y un innumerable listado. Cuando observamos lo que representa nuestro exterior y nos reímos, la realidad se transforma como por arte de magia porque hacemos un click.
A base de decisiones coherentes, construimos nuestro concepto particular de éxito.
Las experiencias que tenemos no ocurren por casualidad. Tratan de hacer consciente nuestro inconsciente. Por eso, es conveniente fijarse en las personas que nos rodean porque tienen una resonancia con lo que sentimos. Si tu exterior cuenta tu misma niñez, es muy probable que las heridas de la infancia se mantengan vigentes en la actualidad.
El cuerpo tiene memoria y requerimos experimentar escenarios para resetear la información que guardan nuestras células. Gracias a revivir con visceralidad y conciencia, accedemos al aprendizaje que lleva consigo el contexto. Esa información nos generará sorpresa y el cerebro producirá dopamina. Ese estímulo agradable de recompensa ayudará a fijar la nueva información y a crear una nueva reconexión de neuronas para que, en la próxima ocasión, decidamos de otra manera. A base de buenas decisiones, construimos nuestro concepto particular de éxito.
que necesitaba aprender.
Los detalles hablan. Elegir desde la obligación o desde el complacer, desemboca en escenarios repetitivos y poco gratificantes que poco tienen que ver con seguir al corazón ni con conectar con el amor.
En muchas ocasiones, los aparentes fracasos son la manera de caer en la cuenta de que no era tan importante lo que me decía que lo era.
En el camino a alcanzar un éxito con sentido, la frase más potente no es que otro me diga «Yo creo en ti» sino que yo misma sea capaz de sentirlo. «Yo creo en mí» es la mejor de las compañeras en los momentos de oscuridad que atravesarás. Si quieres viajar en compañía, me ofrezco a estar a tu lado. Soy un bonito faro para navegar cuando no vemos.